Cristo quiso que su Iglesia fuera el signo y el instrumento de salvación, de perdón y de la reconciliación que nos adquirió a precio de Su sangre. Confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico.
Durante su vida pública, jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el efecto de este perdón a los pecadores que son perdonados y los vuelve a integrar en la comunidad del pueblo de Dios.

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